Equipo Whiplash, 24 de julio de 2020
Innovar y ser creativos para fortalecer la competitividad
Priorizar la innovación es la manera de impulsar el crecimiento postcrisis, afirma un reciente estudio de la consultora McKinsey & Company. Sin embargo, la misma investigación pone de manifiesto que, en el contexto de la crisis provocada por la COVID-19, la mayor parte de las empresas –salvo las tecnológicas y las de la industria farmacéutica– ha puesto el foco en el crecimiento de corto plazo y ha dejado de lado la inversión en I+D+i (investigación, desarrollo e innovación). Esto, afirman los resultados de la consultora, puede ser una decisión con consecuencias negativas en el largo plazo.
“La ciencia no tiene todas las respuestas a todas las preguntas, pero sí tiene las mejores respuestas que hoy en día son posibles. Creo que la ciencia nos ha traído a la sociedad que tenemos hoy en día. Se ha hablado siempre de la revolución industrial, se ha ido hablando de muchas revoluciones, ahora hablamos de la revolución digital, que da la sensación de que es la industria la que nos trae dónde estamos. Realmente estamos aquí es a través de la ciencia, del conocimiento”, afirmaba Rogelio Pozo al comienzo de su entrevista en la serie Cambio positivo para el día después.
Pozo explicaba, enfático, que la ciencia tiene la capacidad de “transformar las cosas y normalmente hacer un mundo mejor en cualquier campo”. Agregaba que hay “países que están donde están por qué invierten mucho en I+D. Hay gente que dice ‘no, es que invierten mucho más porque son ricos’ y otros que dice ‘no, son ricos porque invierten mucho en I+D’.”
Es la pregunta de la gallina o el huevo. Sin embargo, lo cierto es que, ante las condiciones de estrés a las que está sometido el mercado a consecuencia de la pandemia, innovar para adelantarse a las nuevas necesidades y aprovechar las oportunidades que emerjan de la crisis, es quizá la mejor manera de mantener el negocio a flote.
El estudio Innovation in a crisis: Why it is more critical than ever?, llevado a cabo por la consultora McKinsey & Company entre más de 200 empresas en el mundo, revela que el 90% de los directivos está convencido de que la pandemia les obligará a cambiar la manera de gestionar sus negocios en los próximos cinco años. Por otra parte, el 85% de los encuestados opina que la COVID-19 tendrá un impacto duradero en las necesidades y deseos de sus clientes en el próximo quinquenio.
Todo esto nos lleva a pensar que lo lógico sería que las empresas estuviesen tomando medidas para satisfacer esas nuevas necesidades, innovando para ofrecer soluciones a sus clientes. Pero no. Lo cierto es que en tiempos de crisis la mayoría de las empresas contrae su actividad. Se concentra en su negocio medular, reduce costes, impulsa la productividad, mientras minimiza el crecimiento impulsado por la innovación.
De hecho, mientras dura la pandemia, la inversión de las organizaciones en proyectos de innovación está cayendo, según revelan diversas encuestas. La mantienen compañías como Apple, Alphabet, Amazon, Microsoft, Samsung, JD.com, Bosch, ABB, FCA y Novartis, entre otras, según el reporte de BGC de las 50 empresas más innovadoras en 2020 publicado por Forbes a finales de junio de 2020.
Apunta la publicación que “Cuando comenzó la investigación a principios de este año, la COVID-19 aún no había surgido. A medida que el equipo de investigación de BCG completaba el estudio The Most Innovative Companies 2020: The Serial Innovation Imperative, los hallazgos centrales relacionados con la escala y la necesidad de innovación en serie se hicieron aún más relevantes. El equipo de investigación descubrió que todas las empresas de la encuesta se estaban adaptando rápidamente a los cambios en las cadenas de suministro, la demanda de los clientes y la modificación de los procesos de fabricación”.
Porque como se señala en el blog de la Fundación Politécnica de la Comunidad de Valencia, Blue Red, “las necesidades del mercado y de la sociedad cambian. Sus expectativas también. Su poder adquisitivo también.”
Por todo ello es importante dar un paso al frente, ser creativos, dejar de lado los viejos paradigmas. Hay que pensar de manera disruptiva para brindar soluciones innovadoras a clientes y usuarios, diferenciando a nuestra organización del resto, siendo flexibles y aplicando una buena relación calidad precio.
Porque, la inversión, en I+D+i no es sólo dinero. También es el recurso humano que destinamos a la tarea de crear y desarrollar nuevos procesos y productos. El tiempo que le dedicamos. Y el impulso y apoyo que le damos a la creatividad. Es buscar soluciones distintas a los mismos problemas. Ofrecer alternativas diferenciadoras. Y, en muchos casos, son las empresas pequeñas, con estructuras ágiles, las que tienen mayor capacidad de ofrecer mayor valor a menor precio.
Como señalaba Pozo: “Aquellas empresas que de verdad apuestan por rentabilidades, por transformar sus procesos productivos, por mejorar y ser mucho más eficientes, y por generar nuevos valores en sus productos a la sociedad, cubriendo las necesidades básicas que tenemos las personas, van a tener más éxito y van a tener que invertir más en innovación y desarrollo”. Deberán, pues, crear nuevas maneras de hacer las cosas para ser más competitivos y fuertes en la era post pandemia.