Equipo Whiplash, 10 de julio de 2020
La nueva normalidad de El Gatopardo
En 1958, un año después de la muerte de su autor, se publicó El Gatopardo, la única novela escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa. En boca de su protagonista Tancredi Falconeri, el escritor acuñó la famosa frase “Hace falta que algo cambie para que todo siga igual”. Desde entonces, el “gatopardismo” define aquel “cambio que describe un círculo y vuelve a colocar las cosas en su punto de partida, al menos en apariencia”. La nueva normalidad, surgida tras la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, nos coloca ante una realidad donde, en términos de modelos económicos y empresariales, es probable que algunas cosas cambien, pero de momento todo sigue como estaba.
Nunca fue el mundo más VUCA que ahora. La volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad, que ya imperaban en estos tiempos de disrupción tecnológica, se han disparado aún más a consecuencia de la pandemia, que según la OMS está lejos de controlarse. Por el contrario, sigue azotando al mundo y, en el camino, ha puesto de manifiesto las debilidades de los modelos económicos y empresariales imperantes.
En diversos foros y publicaciones como F&D, del Fondo Monetario Internacional, o en la página de la OCDE, se analiza el impacto de la enfermedad, además de cómo el Covid-19 ha de cambiar al mundo y la economía mundial. Al mismo tiempo, se alerta sobre la necesidad de una transformación estructural en las maneras de valorar, producir y consumir para corregir las inequidades y favorecer modelos más justos y responsables.
Entretanto, en revistas especializadas en temas empresariales como Forbes, HBR, o PRWeek, por sólo nombrar algunas, se publican miríadas de artículo sobre la nueva normalidad. Hablan sobre qué deben hacer empresas y marcas para adaptarse y posicionarse en este inédito escenario. Consejos sobre cómo no perder relevancia, cómo ser transparentes, cómo conquistar al consumidor post Covid-19. Artículos que no dicen nada nuevo, aunque se vistan de novedad.
En algunos países se retorna tímidamente a la actividad. La idea es mitigar los efectos que tendrá en la economía la inevitable crisis provocada por el parón obligado para contener los contagios. Entretanto, las organizaciones intentan adaptarse a la nueva normalidad sin entender muy bien qué es, porque navegamos aguas desconocidas.
Es cierto que la nueva normalidad ha traído algunas prácticas diferentes en los entornos laborales y empresariales, como las reuniones a distancia y las nuevas fórmulas de trabajo en equipo. También es verdad que, en España al menos, durante el estado de alarma vimos la capacidad y agilidad de algunas industrias para reconvertirse, coyunturalmente, con la intención de suplir la necesidad de mascarillas, EPIs o respiradores.
Sin embargo, situaciones como “Los desajustes notables entre el valor social de lo que hacen los ‘trabajadores clave’ y los bajos salarios que reciben derivados del fracaso del mercado para valorar adecuadamente lo que realmente importa”, que describe Daniel Susskind en el artículo Life Post–COVID-19 en la revista Finance & Development, requerirán cambios profundos de modelo y de políticas empresariales y públicas. Eso habrá que verlo.
Durante su entrevista en la serie Cambio positivo para el día después Juan Angel García, vicepresidente y director general de la División Equipamiento de la Corporación Mondragon, señalaba que el modelo industrial y de consumo está tan globalizado que “cuando todos vayamos a arrancar las máquinas de nuestras fábricas o vayamos a abrir las tiendas los modelos de negocio serán exactamente igual”. Enfatizaba que “no hemos podido cambiar, no nos ha dado tiempo a cambiar las cosas”.
En efecto, en tres meses de confinamiento no ha habido tiempo para hacer transformaciones profundas. Quizás, algunas epidérmicas, pero ninguna que implique una real metamorfosis.
Pero García también indicaba la importancia de la reflexión y el debate a raíz de la pandemia: “Tengo claro que reflexiones en cuanto al modelo económico, el modelo de globalización en ciertos sectores, son totalmente necesarias. Es decir, lo que hemos estado viviendo desde el punto de vista de suministro de productos básicos, de alguna forma, está totalmente desequilibrado”.
Para él estas reflexiones debían girar en torno a quién tiene el poder económico y el poder de suministro a nivel mundial. “Debe haber políticas que, de alguna forma, protejan a ciertos sectores o protejan a ciertas industrias… ¿Qué debilidades tenemos a nivel de investigación? ¿Qué debilidades tenemos a nivel de algún producto básico que de alguna forma tenemos que proteger y potenciar?”.
De ahí que ante la posibilidad de una segunda oleada o de nuevos virus hayan surgido voces a favor de la “desglobalización” y de la autosuficiencia en materia de producción de material sanitario básico, como las de Franco Dolfini, dueño de la fábrica Francodolfini Automatismos.
La empresa, durante el estado de alarma y ante la subida de precios de las mascarillas chinas, desarrolló una máquina capaz de producir 160.000 piezas diarias con mejoras para que el producto sea compatible con la normativa europea. “Antes, las mascarillas se compraban muy baratas, 10 veces más baratas que ahora, por lo que no era rentable ponerse a fabricar mascarillas en Europa. Tenemos que librarnos de este monopolio. Esto que ha ocurrido es probable que se vuelva a repetir y habrá que ser autosuficientes”, decía Dolfini.
La cooperativa Mondragon Assembly –parte de la Corporación Mondragon– también exportó desde su fábrica de China tres aparatos a su planta de Vizcaya por encargo del Gobierno que, a pleno rendimiento, comenzaron a producir 10 millones de mascarillas a partir de la primera semana de mayo.
Sin embargo, habrá que preguntarse si es un modelo autárquico –superado hace ya tiempo por los beneficios de la globalización– el que queremos adoptar a futuro, o si más bien, hay que darle una vuelta de tuerca y asumir la agilidad o la introducción del modelo de producción LEAN, como uno de los cambios estructurales en la industria española. Apuntar, más que a la reconversión de la industria hacia los sectores denominados estratégicos en tiempos de coronavirus, a la concepción de una política de suministro y almacenamiento estratégico de productos como mascarillas, respiradores o EPIs.
De momento, aunque hayamos observado algunos cambios en los procesos, como la incorporación cada vez más formal del teletrabajo a la operativa de diversas empresas, vemos como en realidad poco o nada ha cambiado. Para muestra los sanitarios, ese colectivo que recibía aplausos encendidos cada tarde a las 8:00, sigue pidiendo con desesperación que se satisfagan sus demandas de más personal y semanas laborales de 35 horas. De momento, vemos que prevalece la filosofía de El Gatopardo, y que algunas cosas cambian, pero todo se queda como estaba.